sábado, 12 de septiembre de 2009

0 comentarios
Carlos Gardel

Según el libro "Aire de Tango" de Manuel Mejía Vallejos, escrito en el restaurante Versalles, Carlos Gardel nació en Tacuerambí, Uruguay. Es hijo de Carlos y María Gardel, pero en su testamento declara ser francés.

Según la opinión de Julio Cortázar: "cuando Gardel canta un tango, su estilo expresa el del pueblo que lo amó. La pena y la cólera ante el abandono de la mujer son pena y cólera concretos, apuntando a Juana o a Pepa, y no es pretexto agresivo total que es fácil descubrir en la voz del cantante histérico de ese tiempo, tan buen afinado con la histeria de sus oyentes..."

Para Medellín este personaje fue más que un cantante. El público se sentúa alagado con sólo escuchar su voz. Decían incluso que impreganaba de emoción a sus oyentes, que su pasión transmitida en las letras era unica y que su voz no tenía comparaciones.

Gardel, fue más que un ídolo; un dios. En realidad un ícono de identidad con ese género extranjero que muchos amaron. Qué ironía Medellín es también "la ciudad del Tango".
0 comentarios

Versalles en el pasado

Para su dueño es imposible dejar atrás loq ue un día fue su restaurante. Hoy Versalles está decaido. El piso agrietado. Los meseros que no cambian desde hace más de 26 años, y un sinnúmero de cosas que lo hacen ver más antiguo de lo común, han logrado que la Oficina de Ambiente, Consumo y Zoonosis se fije en ellos.

Sin embargo, no ha logrado que Versalles cambie sus estructuras. Hecho al que Leonardo se niega de manera rotunda. Según Sergio Ceballos, la sanidad está sobre la tradición: en el caso de Versalles queda demostrado lo contrario. Quizás faltan normas rigurosas, quizás la Oficina no tenga claros sus parámetros, lo que si queda claro es que Versalles no cambia, no cambiará su apariencia mientras que su dueño de 83 años esté vivo.

0 comentarios

La Casa Gardeliana: la novia más cara

La Casa Gardeliana es la novia más cara que he tenido”, así la describe Leonardo Nieto, propietario. Lo dice sin arrepentirse, con tono seguro y mirada melanólica.

Ésta casa que comenzo como un homenaje a Carlos Gardel, fue algún dia el sueño también de Fernando Vallejo. Sin embargo, Leonardo fue el único que se atrevió a a pagar siete mil pesos, para hacer realidad ese lugar que existe hace más de 30 años.

Leonardo sintió en lo más profundo de su ser que debía retribuirle a Medellín, mucho de lo que esa ciudad le había entregado. Un museo, que luego fue fundación y ha cambiado su razón de ser en varias ocasiones, hace de la Calle 45, un espacio para los lunfardo; para la canción de barrio.

En sus paredes parece entretejerse canciones que dicen:

“Sentir/que es un soplo la vida/que veinte años no es nada/que febril la mirada/errante en las sombras/te busca y te nombra/.

Y mucho más de 20 años si han pasado. Sin embargo, Leonardo sigue queriendo a esta novia como al primer amor y la sostiene con los ingresos de las empanadas argentinas que vende en su restaurante Versalles. Pero La Casa puede pedir lo que sea y todo se le concederá, aquí lo único que importa es que sobreviva a través de los años.