sábado, 12 de septiembre de 2009
Versalles en el pasado
Para su dueño es imposible dejar atrás loq ue un día fue su restaurante. Hoy Versalles está decaido. El piso agrietado. Los meseros que no cambian desde hace más de 26 años, y un sinnúmero de cosas que lo hacen ver más antiguo de lo común, han logrado que la Oficina de Ambiente, Consumo y Zoonosis se fije en ellos.
Sin embargo, no ha logrado que Versalles cambie sus estructuras. Hecho al que Leonardo se niega de manera rotunda. Según Sergio Ceballos, la sanidad está sobre la tradición: en el caso de Versalles queda demostrado lo contrario. Quizás faltan normas rigurosas, quizás la Oficina no tenga claros sus parámetros, lo que si queda claro es que Versalles no cambia, no cambiará su apariencia mientras que su dueño de 83 años esté vivo.
La Casa Gardeliana: la novia más cara
La Casa Gardeliana es la novia más cara que he tenido”, así la describe Leonardo Nieto, propietario. Lo dice sin arrepentirse, con tono seguro y mirada melanólica.
Ésta casa que comenzo como un homenaje a Carlos Gardel, fue algún dia el sueño también de Fernando Vallejo. Sin embargo, Leonardo fue el único que se atrevió a a pagar siete mil pesos, para hacer realidad ese lugar que existe hace más de 30 años.
Leonardo sintió en lo más profundo de su ser que debía retribuirle a Medellín, mucho de lo que esa ciudad le había entregado. Un museo, que luego fue fundación y ha cambiado su razón de ser en varias ocasiones, hace de la Calle 45, un espacio para los lunfardo; para la canción de barrio.
En sus paredes parece entretejerse canciones que dicen:
“Sentir/que es un soplo la vida/que veinte años no es nada/que febril la mirada/errante en las sombras/te busca y te nombra/.
Y mucho más de 20 años si han pasado. Sin embargo, Leonardo sigue queriendo a esta novia como al primer amor y la sostiene con los ingresos de las empanadas argentinas que vende en su restaurante Versalles. Pero La Casa puede pedir lo que sea y todo se le concederá, aquí lo único que importa es que sobreviva a través de los años.
lunes, 31 de agosto de 2009
domingo, 30 de agosto de 2009
El maquillaje en las más ricas es casi perfecto; el rubor es la pintura; el rímel, las grandes ventanas; su pintalabios, las majestuosas puertas, las derruidas entradas, los espacios vacíos y las escalas.
El barrio Naranjal está ubicado a pocos metros de la calle San Juan y hace parte de la Comuna 11. Este lugar conserva en todos sus rincones su misma esencia. El aceite, la grasa, los tornillos, las llaves y las llantas, son su vida cotidiana.
Las viviendas, y todo lo que allí rodea, tienen la misma tonalidad. Negro, gris azuloso, gris oscuro. Son los colores que encarnan la pujanza, el esfuerzo, el arduo trabajo de quienes viven en esas moradas.
Las fachadas de Naranjal parecen mujeres desarregladas, esas que su esposo ya no quiere. Se asemejan a las que tienen la vida manchada, el corazón roto y la sangre escapándose por la ventana.
miércoles, 26 de agosto de 2009
Para muchos, la ciudad de la eterna primavera está viviendo su gran avance industrial, financiero, cultural. Para otros, los que vemos con los ojos atentos, cada detalle, se está perdiendo en la sombra de las grandes construcciones.
Los problemos de los 80 se convierten en cotidianidad, pero más complicados que en el pasado. Las balas perdidas e intencionales se confunden en los murmullos de la gente que difama sin piedad.
Mientras tanto estamos refugiados en las sombras de los gigantes, que cada vez son más, que cada vez complican el tráfico, aumentan la contaminación, estamos sobrepoblando el unico que sitio que para muchos es nuestro.
miércoles, 19 de agosto de 2009
La señora no lo sabía, creía que hacía una obra de caridad. El señor sí lo sabía: pedía agua, no por necesidad, sino por beneficio.
/yo como y bebo de lo bueno y no tengo hora fija,de mañana tarde o noche no hago dieta, yese amor que alimenta a mi fantasía, es misueño es mi fiesta es mi alegría/
La canción de la Banda Capiro, “Cama y Mesa”, sonaba como un fondo perfecto para la ocasión. El hombre galante se acercó a la puerta, se arreglo su camiseta rota, sus pantalones derruidos y acabados, se rascó un pie, no usaba ni medias ni zapatos, y dejó ver sus uñas negras.
Sonrió y tocó el timbre del apartamento 101. La señora salió con cara de angustia y pesar, preguntó qué necesitaba el extraño y cerró la ventana.Minutos después salió con un vaso de agua y asintió como si pensara “es que un vaso de agua no se le niega a nadie”.
En el día de sol se vale pensar en todo: “playa, brisa y mar”, una tarde de películas, de helado. Descanso en general. Pero qué pasa cuando nuestros impulsos van más allá que unos cuantos días de descanso.
Qué tal si esos días no son unos sino todos. Si el lugar es junto a un semáforo; la cama, un montón de cartones; la compañía, un perro.
Así es para él, un sujeto de la calle. La soledad lo consume, pero qué más da sólo tiene que pensar en sí mismo. En protegerse a diario de la lluvia y el sol y en rebuscar su comida.
El lugar lo tiene más que comprado, nadie se acerca. Las señoras encopetadas lo miran de reojo, tratan de no respirar su olor, esa esencia que lo caracteriza. Las niñas le huyen, se bendicen, pensando que les robará, mientras él sólo piensa en pedir unas cuantas monedas, para seguir en su mundo, el que “la gente normal” no comprende.
Es fácil reconocer su sonido. Se retuercen, incesantes. De pronto un tacón, unos zapatos de ejecutivo, unos tenis de estudiante, las hacen bailar sobre su eje. Son las baldosas de la Alpujarra, que parecen cobrar vida.
Al ingresar a la oficina de pasaportes, un robot, un hombre vestido de policía y con ojos desorbitados indica: “puede pasar a la oficina de información”. El reloj marca las 9:00 de la mañana y los casi 100 asientos están ocupados por entes aburridos, cansados de tanto esperar.
A diario, individuos diferentes asisten a esta oficina. El motivo: viajar, dejar a Medellín por unos meses, por unos años o definitivamente. Las personas más antiguas en este menester de viajar, esas que tienen visa norteamericana, se sienten presumidos, imponentes sobre los demás.
Se pasean de un lado a otro, miran por encima del hombro y alardean de sus viajes, como quien cumple el sueño que muchos han deseado pero sólo unos cuantos han cumplido.
Entre risas, diversiones y momentos en los que se salen de los paradigmas. Un hecho cotidiano que sin él, y sin muchos, lo que vemos a diario no sería lo mismo.
La alpujarra. Ir y venir de muchos "paisas" que van pensando en cómo conseguir una noticia, en hacer una diligencia, en ir a su trabajo y en las miles ocupaciones de ese día... Mientras tanto pienso que el lugar es carente de seguridad.
Y cómo un sólo hecho puede alterar lo que todos los días es repetitivo, lo que sin saberlo conforma nuestro mundo, nuestra existencia.