miércoles, 19 de agosto de 2009

Un día de sol

En el día de sol se vale pensar en todo: “playa, brisa y mar”, una tarde de películas, de helado. Descanso en general. Pero qué pasa cuando nuestros impulsos van más allá que unos cuantos días de descanso.

Qué tal si esos días no son unos sino todos. Si el lugar es junto a un semáforo; la cama, un montón de cartones; la compañía, un perro.

Así es para él, un sujeto de la calle. La soledad lo consume, pero qué más da sólo tiene que pensar en sí mismo. En protegerse a diario de la lluvia y el sol y en rebuscar su comida.

El lugar lo tiene más que comprado, nadie se acerca. Las señoras encopetadas lo miran de reojo, tratan de no respirar su olor, esa esencia que lo caracteriza. Las niñas le huyen, se bendicen, pensando que les robará, mientras él sólo piensa en pedir unas cuantas monedas, para seguir en su mundo, el que “la gente normal” no comprende.

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