sábado, 6 de febrero de 2010


Por Luisa Fernanda Yepes

En el marco de las elecciones presidenciales, los candidatos comienzan sus campañas y atacan a la población con ideas esperanzadoras de un país mejor, sin violencia ni narcotráfico.

Uno de ellos es Gustavo Petro que se impone con una imagen al estilo "pop art". Este tipo artístico, que se refiere a la iconografía de cultura popular publicada en medios de comunicación convertida en arte, tuvo su auge en los Estados Unidos a finales de los años 50.

Con ello aparenta juventud, y un modo de pensamiento similar a esa etapa de la vida, o mejor, se muestra con una política cercana a lo popular, es decir, a las masas y a las clases sociales menos favorecidas.

Y con ese discurso se impone asegurando que el principal problema de Colombia es la desigualdad social y de allí se desprenden la pobreza, la violencia y el narcotráfico. Se puede pensar que Petro se olvida de aspectos fundamentales, por ejemplo, la construcción de ciudades como espacios donde reinen la convivencia y el diálogo.

Olvida además los decenios, e incluso los siglos, donde la sangre y el combate fueron las protagonistas en el sur del continente. La guerra entre indígenas y españoles; conservadores y liberales; guerrillas y paramilitares, son sólo algunos casos.

Reducir la desigualdad social en términos de trabajo es un alternativa, la educación y la enseñanza de formas de tolerancia y respeto por los demás es terminar con el ciclo repetitivo de guerras, a las que se nos acostumbró desde antes de nacer.

Como lo asegura José Guillermo Ánjel en el libro Condición de ciudadanía, conversación sobre la ciudad que nos toca: "un ciudadano se enfrenta a otro porque no hay ciudad, es decir, porque la ciudad no otorga espacios debidos para ejercer la ciudadanía".

Además del trabajo, las ciudades y los espacios rurales solicitan una inclusión a las víctimas de guerra; educación, apoyo psicológico y sobretodo una reintegración a la sociedad.

Por otro lado, son certeros los argumentos de Gustavo Petro al proponer un proceso de negociación judicial donde los narcotraficantes entreguen sus tierras y reparen a las víctimas, a cambio de rebajas de pena y beneficios.

Pero queda un espacio importante vacío, dentro de la problemática de Colombia. La guerrilla - en especial las FARC- por años se ha tomado a través de la fuerza y las armas los pueblos y las zonas rurales del país, el aspirante a la presidencia no demuestra planes de acción claros.

Según el escritor y periodista Héctor Abad Faciolince: "Hay un solo camino para salir de este círculo vicioso de violencia y exterminio: que una de las partes, la que se levantó en armas ilegalmente, declare de modo unilateral que suspende la lucha armada y que enfunde los fusiles en una actitud expectante".

Quizás algún día un líder, como muy pocos, dirija al país con ideales claros, piense en los niños - en su alimentación adecuada, en la educación-, posibilite un futuro con mayor empleo, seguridad en las calles y bajos índices de violencia.

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